Capítulo 15 Vámonos antes de que alguien más llegue
Era una relajada noche de verano. La fresca brisa podía hacer que cualquiera se olvidase de sus problemas y frustraciones. Camila caminó hacia un par de arbustos altos con flores y se detuvo enfrente de una mesa de piedra colocada en un rincón privado del jardín. Se sentó en una de las tres sillas y comenzó a beber su vino.
Había sido un día ajetreado y el cansancio se hizo presente después de unos cuantos sorbos. Apoyó su mentón sobre la palma de su mano, perdiéndose en la oscuridad frente a ella, sin ser consciente en lo absoluto de la figura que la acechaba, hasta que, de repente, un par de brazos fuertes y cálidos la tomaron de la cintura, asustándola. Estuvo a punto de gritar, pero su boca fue cubierta por una mano, algo seca, pero tenía un familiar aroma a colonia.
«¡Elías!» pensó mientras sus ojos se abrían de par en par. Se enfureció y comenzó a forcejear, tratando de hacer tanto ruido como pudiese.
—Así que ¿te diste cuenta de que soy yo? —susurró Elías con júbilo en su oreja.
La levantó de su asiento para ocuparlo él mismo. Después la colocó sobre su regazo, haciendo que lo mirara de frente. Estaban tan cerca y en una posición tan íntima que Camila se sonrojó de la vergüenza. Las lágrimas de impotencia comenzaron a acumularse en sus ojos.
—¡Suéltame! —gritó.
Seguía forcejeando con él, pues estaban en el jardín de la Residencia Zaragoza. A pesar de que era un rincón muy alejado, cabía la posibilidad de que alguien que pasase por ahí los mirara.
—No te preocupes. No hay nadie cerca.
—¿Cómo puedes estar seguro?
—Revisé camino hacia acá.
«¡Qué sinvergüenza! ¡La osadía!». Camila se quedó sin palabras.
—¡Suéltame, Elías!
—¿Cómo me llamaste?
Elías no solo la ignoró, sino que también comenzó a toquetear su amplio pecho. Al mismo tiempo, su otra mano tomó su barbilla para que ella no la pudiera mover y la acomodó para morder sus labios con saña.
—¡No! —gritó Camila en pánico. Una marca de mordisco en el labio sería muy obvia y visible.
—Bien, ¿cómo deberías llamarme? —Elías no la perdonaría tan fácil.
—Tío Elías… —Camila estaba preocupada y frustrada, pero no tenía otra opción más que someterse ante él. —Mi querido tío Elías, por favor, suéltame. Me preocupa que alguien nos vea… —lloró y rogó en voz baja. Para él sonaba como una penosa gatita.
—Calma… nadie vendrá. Sé una buena niña.
Sus ruegos delicados excitaron a Elías, lo que hizo que su respiración fuera rápida y corta. Abrió su boca a la fuerza y la beso apasionadamente, a la vez que ejercía más fuerza sobre su cintura, acercando más su cuerpo hacia el de él.
—Ah…
Camila estaba desesperada y las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Le preocupaba que alguien la viera así, en ese acto indecente, y se sentía humillada a verse forzada a esa posición. Forcejeó de nuevo para liberarse, pero no era rival para la fuerza del otro.
Las manos grandes de Elías tocaban su cuerpo de forma erótica y sus labios se movían sensuales sobre su cuello, besando, lamiendo y mordiendo en sus sensibles zonas erógenas. Estaba indefensa ante ese habilidoso hombre seductor y no tardó en excitarse también. Rodeó su cuello con sus brazos y escondió su cara en él, pidiendo:
—Más suave, más suave…
—Sabes cómo decirme.
—Tío Elías… ah… —La pasión y la lujuria hicieron que sintiera calor en esa noche.
Los profundos ojos oscuros de Elías brillaban mientras observaba a la figura en sus brazos. De repente, detectó unos movimientos inusuales cerca, así que se giró y miró hacia unos arbustos frondosos. Por los pequeños huecos en estos, pudo ver a dos siluetas conocidas que se detuvieran cerca de ellos, al otro lado. Elías sonrió en silencio y cubrió la boca de Camila. Se acercó con malicia para asustarla y susurró:
—Chsss… Hay alguien más aquí.
El cuerpo en sus brazos se tensó de inmediato, lo que le provocó un inmenso placer sádico.