Capítulo 6 Fotografías indecentes
—Tú… —Jassiel soltó unas risas antes de regresar su expresión a una fría e imperturbable. Con indiferencia, replicó: —Muy bien, Camila. ¡Pero no dejaré que te salgas con la tuya! Será mejor que cuides tu espalda y la de tu amante.
«¡Ja, aquí te espero! ¡Mi amante es tu propio tío!» pensó Camila, quejándose del hombre, aunque, por fuera, su rostro permaneció calmado. Le lanzó una mirada controlada a Jassiel y recompuso su postura para retirarse sin dudarlo.
¡Pum!
La puerta principal fue azotada y el ruido hizo que Camila casi cayera al piso, aunque el fuerte sonido también le permitió recuperar sus sentidos. Se apoyó en el barandal para no caerse en las escaleras. Su rostro le dolía por la cachetada de Jassiel, pero era un dolor que no se podía equiparar con el que le carcomía el corazón.
—Ja…
Los labios de Camila se curvaron en una sonrisa burlona. Le tomó un tiempo recuperar su compostura por completo y poder terminar de subir las escaleras. Lo primero que hizo en cuanto volvió al cuarto fue bañarse. Debajo de la regadera, Camila dejó que el frío del agua recorriera su cuerpo y su corazón. A pesar de temblar por lo gélido que sentía, se quedó inmóvil.
«Merezco esto».
Tembló de frío hasta que, al fin, cerró la llave después de mucho tiempo. Se cubrió con una toalla y salió de la regadera. Luego, se cambió y se puso un par de ropas limpias. Se dirigió al primer piso para prepararse una taza de café. Rodeó con sus manos dicha taza con el líquido caliente y se acurrucó en una de las sillas del balcón.
¡Rin!
Su teléfono sonó sobre la mesa de vidrio con una notificación. Camila lo tomó y, sin darle importancia, notó que era un texto. El nombre de contacto «Tío Elías» apareció en su pantalla y fue entonces que ella sintió que su corazón se paraba. Tembló ante el nombre, pues le recordaba de su comportamiento de la noche anterior. El café se derramaba de sus manos y el dolor que le provocó el líquido le sacó un quejido.
«¿Qué es lo que quiere?».
Camila estaba exasperada ante el comportamiento de Elías, pero abrió el mensaje, el cual decía: «Agrégame a WhatsApp».
«¿Ah? ¿El viejo también usa WhatsApp?».
—¿Por qué debería agregarte solo porque me lo dices?
Camila estaba frustrada y comenzó a golpear con su dedo el nombre de contacto, imaginando que golpeaba al hombre en la cara. Justo cuando decidió que ignoraría al sujeto, Elías le mandó otro mensaje. Era como si supiera lo que pasaba por su cabeza. El nuevo mensaje era corto y conciso:
«Puede que quieras considerar las consecuencias de tus acciones».
—¡Este bastardo me está amenazando!
Camila estaba enfurecida, pues no tenía nada con que negociar, por lo que tuvo que ceder y agregarlo a la plataforma. Casi de inmediato, una vez lo hizo, una fotografía le llegó por ahí. En ella se podía apreciar la espalda expuesta de Camila y su perfil. La mujer, frustrada, dejó salir un gran grito mientras se lo mandaba por mensaje de voz.
—¡Elías Zaragoza! ¡Qué rayos quieres de mí!
—¿No crees que se ve atractivo?
La voz de Elías sonaba aún más surreal por mensaje de voz, pero no podía negar que le daba la sensación del chocolate derretido. No obstante, Camila no tenía tiempo para embelesarse por su voz grave, tal cual fanática. Estaba a punto de estallar por todo el enojo que se acumulaba en su interior.
—¡Maldito enfermo! ¡Borra esas fotos de inmediato! ¡Bórralas todas!
—¿Cómo me llamaste?
La voz de Elías sonó especialmente grave y se notaba la amenaza que conllevaba. A pesar de que podía ser obstinada, Camila sintió el peligro inminente. Respiró varias veces para calmarse mientras se repetía una y otra vez:
«Una mujer inteligente como yo sabe ceder cuando es debido».
—Tío Elías —dijo Camila con dulzura, aunque sentía cómo se le ponía la piel de gallina ante ese comportamiento. Trató de aguantar que el asco la sobrepasara y, en su lugar, continuó apelando a el hombre. —Tío Elías, ¿podrías perdonar este error cometido por una persona más joven e inexperta que tú, por favor? —Camila añadió énfasis a la palabra «joven».
—Oh, pero no creo que alguna vez haya visto a una persona joven estar tan dispuesta a saltar a mi cama.
«Tengo que aguantar» pensó Camila, aunque se quedó atónita al escucharle.
—Tío Elías, me disculpo por mi crudeza al hablar. Por favor, ten piedad de mí y borra esas fotos. No te harán ningún bien si alguien las llega a ver en tu teléfono, ¿cierto? Puede que malentiendan algo o que piensen que tienes alguna intención mala hacia mí…