Capítulo 2 Una noche salvaje
El Tumbador era un tipo de cóctel y la bebida original del Bar MC. Incontables hombres y mujeres iban a ese bar solo a ordenar esa bebida para embriagarse. Parecía que el mesero ya estaba acostumbrado a la clientela como Camila, por lo que, sin siquiera pestañear, le preparó la bebida de inmediato.
El líquido era tan cristalino que resultaba engañoso. Camila ladeó su bebida en su mano por un momento antes de beberla de un sorbo. La combinación del sabor agudo, casi clínico, y de menta le quemó la garganta como si se tratase de una bola de fuego. Se enrojeció de golpe, lo que hizo que su apariencia fuera más atractiva que antes. Los hombres que la miraban prácticamente la desvestían con sus ojos. Algunos ya se movían y comenzaban a acercarse a ella.
—Otra más.
—Yo invito —dijo un hombre en un traje negro impecable, quien se sentó a un lado de Camila.
Ella nada más tenía una cosa en la cabeza: embriagarse y desatarse. Sin siquiera mirarle, bebió de un trago de nuevo, pero, en esta ocasión, se apresuró mucho y comenzó a ahogarse.
—Ten cuidado —dijo el hombre mientras le daba palmadas en la espalda, aprovechando para toquetearla. Dichos toques hicieron que el hombre ardiera de lujuria.
—¡Piérdete! —Camila estaba disgustada por sus intentos para aprovecharse de ella, así que siseó con odio y lo corrió. Después pagó por sus bebidas y se puso de pie para retirarse.
—Estás ebria. Déjame que te lleve a casa.
Él se apuró para tomarla de la muñeca. Ella trató de evitarlo, pero terminó chocando con el pecho de otra persona. El primer hombre de traje palideció cuando vio con quien había chocado Camila y no demoró en perderse entre la multitud.
Era obvio que ella ya no estaba en sus sentidos. El suave olor a colonia hizo que moviera sus manos alrededor del hombre sin duda alguna mientras hundía más su rostro en su pecho.
—Hueles… bien —murmuró y alzó la mirada, mostrando una sonrisa tonta en su rostro. —Hueles tan bien… ¡Así que te escojo!
Elías Zaragoza bajó la mirada hacia la mujer que chocó con él. Una expresión de sorpresa se puso sobre su rostro. La cara pequeña de Camila estaba sonrojada y sus ojos semirasgados brillaban bajo las luces del lugar. Su figura llena y voluptuosa era seductora y lo invitaba a que la mirara.
«Es ella, pero ¿está ebria? Que chica tan atrevida».
—Tío, acompáñame esta noche. Te pagaré muy bien, solo tienes que pasar la noche conmigo… solo una noche salvaje.
«¿Cree que soy un… prostituto? ¿Y me acaba de llamar tío?».
—¿Tío? ¿Me veo tan viejo?
Elías la tomó de la barbilla para que le mirara a los ojos, pero ella frunció sus labios delgados ante eso. Incapaz de controlarse, y con sus labios tan cercas del otro, Camila se acercó para plantar un pequeño beso.
¡Mua!
—Es… suave. Nada mal —Camila arrastraba sus palabras, muy ebria para ese punto, aunque encontraba atractivo el aroma del hombre.
«Se siente bien. Al menos no me da asco».
Elías Zaragoza, por su parte, se quedó anonadado. La gatita dócil y doméstica en sus brazos, de alguna forma, se había convertido en una atrevida sensual. De seguro, Jassiel jamás había visto ese lado de ella.
—¿Vendrás conmigo o no? ¡T-tengo dinero! —Camila comenzó a sentirse irritada cuando no consiguió alguna respuesta de él, por lo que hundió sus dedos en su pecho e hizo un puchero. —Si no estás interesado, olvídalo. I-iré a buscar a alguien más.
Soltó a Elías y se giró, esperando encontrar algún otro objetivo, pero, en un movimiento ágil, Elías le rodeó la cintura y la aprisionó en su abrazo.
—¿A quién vas a buscar, eh?
—¡A alguien que no seas tú! —Camila no tenía idea de que, en realidad, estaba en un gran problema mientras intentaba liberarse.
—Se hace tarde. —Elías se rio con frialdad. La tomó de su barbilla y le plantó un beso en los labios.
—Mmm…
A diferencia del pequeño beso inocente de Camila, este fue uno lleno de pasión y muy dominante por parte de Elías.