Capítulo 1 El divorcio no es una opción
Era una noche cálida y húmeda de verano. Camila observaba desde su balcón a un carro azul que acababa de estacionarse en la acera de su casa. A pesar de que la luz interior no se encontraba encendida, ella podía identificar esas delgadas manos de porcelana rodear el cuello de aquel hombre. La pareja dentro del vehículo se encontraba en plena pasión y, al parecer, no les importaba que ella fuera testigo de eso desde su balcón.
«No es como si los estuviese espiando, pues ellos están conscientes por completo que los estoy viendo».
La mujer llevaba puesto un vestido revelador y el hombre recorría sin descaro su figura con sus manos. Era obvio que el hombre era diestro en eso y que tenía mucha experiencia acariciando a aquella mujer. Ella inclinó su cabeza y, llevada por el momento de pasión, expuso su cuello. Se posicionó de tal forma que Camila podía observar todo con claridad. Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa burlona.
—Ahh… —gimió la mujer con suavidad, tanto para motivar a su compañero como molestar a su espectadora.
Mientras tanto, Camila continuaba en el balcón con una mirada dura en su rostro. Desde la primera vez que los encontró así, la desesperación y su corazón roto la estuvieron atormentando; sin embargo, después de presenciarlos una y otra vez, Camila ya se había acostumbrado a la traición sufrida.
La audacia de ese par fue creciendo conforme pasó el tiempo. Sus encuentros alguna vez sucedieron en hoteles, pero ahora ni siquiera le daban algo de dignidad y lo hacían justo bajo su nariz. Ella dejó de sentir cuando ambos profanaron la habitación matrimonial que ella misma había preparado y decorado.
La caída de su matrimonio no ocurrió con ella de brazos cruzados. Intentó por todos los medios que estuvieron a su alcance. Dejó su dignidad de lado para lograr que su hombre se quedara; no obstante, todo acabaría esa noche. Se quedó mirando la escena apasionada entre los otros dos hasta que esta culminó. Una vez concluida, el hombre se bajó del carro, lucía complacido y contento y, solo entonces, fue que Camila dejó el balcón. Los tres se toparon frente a frente en la sala de la casa. El hombre frunció cuando la vio y era evidente la irritación en su rostro.
—¿Ahora qué?
—Hay que divorciarnos, Jassiel.
—¿Divorciarnos? —Jassiel hizo una mueca de burla, como si hubiese escuchado el chiste más grande del siglo. Se giró para plantar un beso en los labios de su amante. La miró con afecto mientras sus labios chocaban. Después, se regresó hacia Camila y, recalcando cada sílaba, enunció: —Continúa soñando.
—¿Por qué?
«¿Él no estaba engañándome a plena vista con mi media hermana, cada vez siendo más obvios, para que nos divorciáramos?».
Camila ya no pudo mantenerse calmada ante su respuesta. Antes, ella estuvo reacia a dejar ir a su amor de la infancia, Jassiel Zaragoza, razonando que debió ser manipulado por su media hermana, Cristina Gassol. No obstante, nunca se esperó que, cuando al fin el divorcio fuese traído a la mesa, él lo rechazaría de esta forma tan seca.
—¿Por qué? ¿Aún te atreves a preguntar por qué? —Jassiel le lanzó una mirada de odio mientras hacía una mueca de disgusto. —Camila, ojo por ojo. Debiste estar lista para sufrir mi venganza desde que decidiste traicionarme. No nos divorciaremos, pero tampoco pondré ni un dedo encima de ti. Además, dejaré que seas testigo de lo dulce que soy con Cristina.
—Jassiel, ¿qué fue lo que hice mal exactamente? —En primer lugar, Camila no tenía ni la menor idea de a qué se refería con la traición que mencionaba.
Su historia había empezado como el cuento de hadas en donde dos tortolitos de la niñez se enamoran y terminan casándose en algún punto. No obstante, nunca se hubiese imaginado que su búsqueda por esa fantasía marcaría el comienzo de lo que parecía ser una interminable pesadilla.
—No trates de hacerte la inocente conmigo. ¡Me das asco, mujer! —Jassiel lanzó una sonrisa burlona y rodeó la cintura de Cristina antes de girarse para salir. —Cariño, vamos a casa y disfrutemos nuestro tiempo juntos.
—Claro, te prepararé algo delicioso. —La voz de Cristina hizo que Camila se sintiera nauseabunda.
«Así que, ¿ni siquiera puedo divorciarme? ¿Por qué debería seguir aferrándome entonces?».
La cara de Camila palideció por completo, aunque curvó sus labios en una sonrisa amarga. Soltó una risilla y se giró para subir al segundo piso. Ya había cambiado su atuendo conservador desde antes de bajar de las escaleras. Ahora vestía un sensual y corto vestido rojo que delineaba su figura. Rojo, el color de la pasión y la lujuria.
Ella ya no era el insignificante Ícaro volando hacia el sol y cayendo a su perdición sin que la estrella se inmutase; esa noche, sería Narciso, aunque, esta vez, de la flor nacería una mujer libre y con amor propio. Después de media hora, Camila llegó a un bar. Atrajo las miradas avaras y lujuriosas de los hombres mientras se dirigía a la barra.
—Dame un Tumbador.