El coche iba a toda velocidad por la carretera en plena noche.
Elías apretó con fuerza el volante. Su rostro apuesto parecía cubierto por una fina capa de escarcha. Era como si una sola mirada suya pudiera congelar a la gente y enviar escalofríos por sus espaldas, llenando todo su cuerpo de miedo.
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