Miró con incredulidad en los ojos la punta de la espada que sobresalía de su propio pecho. No podía creerlo. ¡¿Carlino se atrevió a matarlo?! Carlino seguía detrás del sofá y sus dos manos seguían sujetando el cuchillo. Lo clavó en el sofá y en el corazón de Marcelo.
—Tú… Tú… —Los labios de Marcelo temblaban. No podía ver la expresión de Carlino, pero el cuchillo que utilizó para apuñalar a Marcelo seguía temblando.
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