Capítulo 80 La felicidad siempre dura poco
Al principio, Jacobo aún podía alimentarse por sí mismo, pero una vez había ensuciado por accidente la ropa de Quinto, y éste lo abofeteó dos veces. Jacobo no podía creerlo. Este Quinto era el hijo que siempre fue tan respetuoso con él e incluso se arrodillaba delante de él. Era el padre de Quinto, ¡por el amor de Dios!
—Oh, casi lo olvido, ahora también eres un inútil. —Quinto miró a Jacobo con desprecio—. Deberías haber muerto hace mucho tiempo y haberme pasado el negocio familiar a mí. ¿A qué más te aferras todavía? Mejor aún, te dio un ataque, no moriste, y todavía necesitas gente que te sirva. —Sacudió la cabeza y no necesitó ocultar en absoluto el asco de su rostro.
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