Quinto no podía preocuparse menos de la diatriba de Hugo. ¿De qué le servía mostrarse feroz delante de sus subordinados? Ni siquiera podía hacer algo tan pequeño como eso. Aunque Hugo significara parecía un tigre, no era ni un gatito.
El teléfono de Quinto empezó a sonar y vio que era de Jacobo. No pudo evitar fruncir un poco el ceño.
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