Capítulo 28 Ya no estás solita
—No puede ser… No, tiene que ser una mentira —musitó, cuando la puerta se cerró a las espaldas de Hanna y del hombre. Una risita ronca y sin humor brotó de su garganta—. Já. Que descaro. No, la verdad es que ella es una maldita hipócrita. Una niñata mentirosa y vulgar —¿Vulgar? No, no vulgar. En todo caso, ella era una exquisitez, pero… —. ¿Por qué hace esto? —gruñó—. ¿Por qué miente, con qué necesidad? ¿Por qué es tan zorra?
Negó con la cabeza. Su pulso acelerado y tratando de razonar consigo mismo ante lo que descubrió por su cuenta, siguiendo sus impulsos, pero ¿realmente le dolía haberla descubierto? Bueno, sí le dolía. Dolía como si le hubiesen apuñalado una y otra vez, desgarrando todo su ser, todo su… corazón.
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