Capítulo 1 Prólogo
Renegó por casi una hora bajo el sol de mediodía y no pudo solucionar el problema de la moto, pero creyó que toqueteándola un poco arrancaría, tal cual sucedía en las tantas películas que vio en Netflix. Se equivocó y no sucedió como en esas películas. Tuvo que resignarse a realizar el resto del trayecto andando a pie. Agradeció porque la cafetería a la cual frecuentaba quedaba a solo un par de calles.
Hacía un mes que estaba en Southville y no pensaba quedarse por mucho más tiempo. Era un trotamundos, por decirlo de alguna manera. Además, su padre nunca lo buscaría en Southville. Tal la razón por la cual ni se preocupaba de ser encontrado y podía estar tranquilo y hacer de las suyas como el hombre libre que era.
El aroma a café caló en su olfato y ocupó un taburete de la barra. Pronto un camarero lo atendió y soltó el último billete para pagar por dicho café.
—¿Lo has escuchado, cierto?
—Oh, sí. No es de extrañarse que todos estén comentando sobre el asunto.
No era como si estuviese oyendo conversaciones ajenas, pero esas personas se encontraban en la mesa del centro del salón, a solo un par de metros de donde él estaba y, la verdad, estaban hablando sin discreción alguna.
—Los comentarios son de los más variados, pero lo que tienen en común es el nombre de la persona de la cual hablan.
—Vaya, eso era de esperarse, ¿cierto?
—Pues sí, con semejante revuelo… No te mentiré diciendo que no fue una gran sorpresa cuando ella quedó en la calle, pero la verdad es que hubo mucho mas rumores que ese.
—Lamentablemente su reputación quedó por los suelos por aquel asunto —Tuvo que hacer acopio de su voluntad y no voltear la cabeza en torno a las féminas—. Dicen que aún vive en la casa, al menos, eso fue lo que me ha dicho mi sobrino.
Entrecerró los ojos ante el silencio que sobrevino por unos segundos, como si las féminas intuyesen que eran escuchadas, pero la charla retomó y él, disimulando beber el café, concentró sus oídos al bajo cuchicheo.
—Podre chico… Tu sobrino, quiero decir. Él estaba interesado en ella, ¿verdad?
Mirando de soslayo, se percató de que las mujeres estaban vestidas elegantes. Eran mujeres con una muy buena posición económica y, a pesar de estar entre los 45 años aproximadamente, se mantenían en buena forma. Ciertamente, eran damas de sociedad, pero eso no era un impedimento para hablar de alguien a sus espaldas.
—Lo estaba, tú lo has dicho —Frunció un poco el ceño, continuando “centrado” en beber su café, pero sus oídos estaban atentos a la charla—. Ahora que abrió los ojos y se dio cuenta de que ella está en boca de todos por algo tan delicado, bueno, él prefirió olvidarla.
—Hace bien. Él no merece estar pretendiendo a alguien que no es digna —objetó la otra mujer—. Después de lo que hizo su hermano, ella fue la cereza del pastel.
—Mira, no es por defenderla ni nada, pero si analizo su situación… —Quiso voltear en torno a las mujeres, pero se contuvo—. Es que hasta pena me da.
La conversación murió allí y el silencio abarcó cada rincón del salón. Por supuesto, Xander siguió bebiendo el café. Pese a ello, su mente volvió a estar activa y pensó en el poco dinero que le quedaba. Tendría que hacer algo pronto porque…
—Oh, mira quién viene —canturreó una de las mujeres.
Eso le llamó la atención y observó de soslayó la mesa que ocupaba las mujeres. Pronto vio a un hombre de aspecto cuidado y bien vestido. Quizá no alcanzaba los 30 años de edad y él, siendo un hombre que reconocía la belleza, no pudo negar que el recién llegado poseía un rostro hermoso, con una mandíbula cuadrada y desprovista de vello facial. Tenía un corte de cabello estilo militar y se preguntó si el tipo estaba en alguna de las fuerzas armadas.
—Hola, tesoro, ¿cómo estás? —preguntó una de las mujeres.
—Buenos días, tía —saludó el recién llegado—. Buenos días, señora Koster.
—¿Cuántas veces te he dicho que puedes tutearme, querido? —inquirió la señora Koster.
—Oh, mi sobrino tan encantador como siempre —halagó la tía—. ¿Quieres beber un café con nosotras?
—Por supuesto. Tengo tiempo antes de ir a trabajar —profirió el chico.
Posterior a unos cuantos minutos, el mismo camarero que lo atendió a él se dirigió a la mesa, cargando una bandeja con tazas con café. Por su parte, continuó con su actuación, dando sorbos esporádicos de su café, y parando las orejas a la charla que se estaba reavivando con el recién llegado.
—No quiero hablar del asunto, tía.
—Estamos en confianza. Puedes hablar si lo necesitas. Además, el asunto es de conocimiento público.
—Está mal que lo diga porque me considero un caballero, pero es que estoy algo cansado de que me relacionen con ella cuando simplemente hemos salido algunas veces.
—Entonces…
—Entonces sucedió lo de su hermano y luego los comentarios fueron surgiendo respecto a lo que ella hace para vivir ahora. Definitivamente no quiero estar en medio de todo ese asunto. Soy un caballero y debo cuidar mi reputación.
Interesante. La charla se estaba poniendo muy interesante. ¿Quiénes serían estos hermanos para que estas mujeres y el chico estuviesen cotilleando ávidamente?
—Lo peor de los rumores es confirmar después que son ciertos —espetó una de las mujeres—. Dicen que su hermano huyó a las afueras, pero nadie sabe exactamente hacia dónde.
—No puedo decir nada al respecto —replicó el hombre—. De lo único que puedo estar seguro es que ahora vendrán a ver cómo están las cosas en el banco.
—Sí, también escuché algo de eso, pero los rumores dicen que ella comenzó a trabajar como ayudante en una panadería y que aparte de ese trabajo tiene otro menos digno.
—Realmente me hubiese gustado salir más con ella, conocerla e incluso pensé, no sé, tener una relación seria, pero, como dije, tengo que mantener mi reputación y, lamentablemente, ella ya no tiene el prestigio que la hacía sobresalir en nuestra sociedad —confesó el joven hombre.
—Que desgracia. Ella es una muchacha muy bella y ahora es una total vergüenza para…
—¿Para su familia? —preguntó el hombre—. No hay familia más que su hermano y él, bueno, ya saben lo que pasó.
—Bueno, lo cierto es que dicen que ahora ella tiene varios amantes que la ayudan económicamente por todo el asunto ese de su hermano —enunció una de las mujeres.
—Exacto. Sin embargo, no olviden que la reputación de su hermano es peor que la de ella.
—No quiero hablar más de ella o de su hermano —objetó el joven—. Ahora mismo lo importante es lo que ocurrirá con la llegada de cierta persona al banco.
—¿Sabes ya quién vendrá? —curioseó una de las mujeres.
—Ayer me informaron que vendrá la Señora Jones —informó el hombre.
—Oh. Esa mujer impone, aunque tuvo la suerte de saber conquistar al hijo de Thomas.
—En efecto, ella impone con su elegancia y presencia, pero solo es una cara bonita. No sabe mucho de finanzas.
La charla giró a otro tema, pero eso no significó que Xander perdiese el interés; por el contrario, lo beneficiaba de muchas maneras.
«Vaya, creo que he encontrado un motivo valioso por el cual quedarme un tiempo más en esta ciudad», pensó, esbozando una sonrisa arrogante.