Capítulo 2 Me gusta estar informado
Él se consideraba un hombre de placeres y no estaba en sus planes desperdiciar una oportunidad tan…
—¿Otra cerveza? —Miró en torno a la dueña de tan melodiosa voz y arqueó una ceja—. Siempre bebes dos cervezas. Tu botella ya está vacía.
—Aunque me encantaría otra, pero debo decir que no, dulzura —espetó—. Ya no tengo dinero.
—Bueno, eso es muy malo —Esbozó una media sonrisa y la chica negó con la cabeza—. La segunda corre por mi cuenta. Tu rostro lo vale.
—¿No te gustaría saber que otras partes de mi valen más? —preguntó, en tono coqueto.
—Oh, Señor, eres un engreído —Él se encogió de hombros, sin dejar de sonreír—. Te traeré esa cerveza, eh.
No quitó la mirada de ella cuando se dirigió hacia la barra. Ladeó la cabeza hacia un lado cuando ella inclinó su torso sobre la superficie plana, dejando su trasero en pompa. Hizo un gruñido bajo en su garganta cuando se comió con la mirada las largas y torneadas piernas y ese trasero cubierto por un mini short de jeans…
Salió del ensueño pecaminoso cuando la tuvo de nuevo frente a la mesa.
—¿Disfrutaste de las vistas? —preguntó ella, dejando la botella de cerveza en la mesa.
—Y qué vistas, dulzura —profirió, llevando la botella a su boca y dando un buen sorbo—. Dime, ¿qué harás cuando termines aquí?
—No estás haciendo esto de nuevo, ¿cierto? —Él volvió a encogerse de hombros, soltando una risita—. Fui honesta contigo.
—Lo sé, pero, ¿no quieres intentarlo conmigo? —Ella rió, como si le hubiesen contado el mejor chiste—. Oh, vamos.
—Ya sabes la respuesta, amigo.
—Pero no has probado conmigo —insistió, dando otro trago de cerveza.
—Eres un hombre —enfatizó ella, inclinándose hacia él, rozándole la oreja derecha mientras continuaba hablando—: Si en algún momento decides hacerte cirugía de cambio de sexo, puede que te tenga en cuenta. Por el momento, tienes un pene, amigo. Yo soy una chica de tijeras.
—Eres caliente cuando hablas así —Ella volvió a reír y le dio una palmada en el hombro—. Ahora en serio, sabes que nunca haría algo para sobrepasar los límites.
—Lo sé, ¿por qué crees que te sigo la corriente?
—Oye, eso dolió —profirió, risueño—. Por cierto, y cambiando de tema, hace días atrás escuché una conversación muy interesante sobre…
—Si te refieres al rumor que está de moda por la ciudad, bueno…
—Entonces lo debes saber mejor que nadie —inquirió, arqueando una ceja y sonriendo de lado—. Quiero saber todo sobre esos rumores.
Ella rió y no pasó desapercibida la ironía en su risa, lo cual, solo causó que su curiosidad incrementara.
—Eres peor que esas damas de sociedad, eh.
—¿Qué puedo decir? Me gusta estar informado sobre las cosas que suceden en la ciudad en la cual estoy quedándome —profesó, dio otro largo trago de su cerveza.
—No quiero ser de esas personas que critican a otras por todo, pero debo ser honesta contigo y decirte que las personas que tienen un estatus social privilegiado son la peor escoria dentro de la sociedad.
—Ciertamente lo son, dulzura —concordó—. Entonces, ¿qué puedes decirme de esos horribles rumores?
—Hagamos lo siguiente —Y él solo pudo sonreír lobuno—. Mi turno está por finalizar. Como eres un cliente regular, puedo hacer una excepción.
—Aquí te espero.
Media hora después, él se alabó a sí mismo cuando ella ocupó la silla vacía. Debía de ser honesto y, la verdad, tenía unas ganas tremendas de llevársela a la cama, pero debía conformarse con su compañía y solo admirar la obra de arte que era ella en sí.
La conversación fue banal al principio. Él le contó que fue contratado como reemplazo de un fotógrafo profesional para realizar una sesión de fotografías para una boda. Había hecho un buen dinero, aunque solo se dedicaba a la fotografía por pasatiempo. Pero no quiso entrar en muchos detalles sobre su vida personal y privada. Siempre fue de pocas palabras cuando de su intimidad se trataba y ella no era de esas personas que deseaban inmiscuirse más allá del límite. No podía negar que por esa razón se llevaron de maravillas desde el principio, cuando él visitó por primera vez el bar. Ella fue su camarera desde entonces y de eso había transcurrido poco más de un mes.
—Anduvo por un tiempo con Dean. Hacían bonita pareja, ya sabes, dos personas con clase y muy respetadas en cierto círculo social —Asintió mientras miraba cómo los labios de ella envolvían el pico de la botella y daba un buen trago de cerveza—. Sin embargo, después de lo ocurrido con su hermano, digamos que las cosas fueron a pique. Dean se alejó totalmente de ella.
—No sé quién es Dean y aún no me has dicho el nombre de ella —profirió, bebiendo su cerveza.
Por supuesto, cerveza que ella pagó porque, bueno, él había quedado sin efectivo.
—Dean Wagner es un tipo muy conocido en toda la ciudad —comentó ella—. Es el gerente de King Banking Group. Tiene una muy buena posición socioeconómica. Una reputación intachable.
—Oh, trabaja en el banco —imperó, la curiosidad picándole las entrañas—. Si tiene ese puesto, debe ser un hombre confiable, ¿cierto? —Ella asintió—. Creo que lo he visto un par de veces en compañía de dos damas.
—Si ha estado en la cafetería de la esquina, pues es seguro que sí —proporcionó ella—. Casi todos los días desayuna allí con Brida Wagner, su tía, y con la amiga de esta, la señora Celina Koster.
—Mhm —musitó, pensativo.
—Vaya, ¿los has visto, cierto? —Él asintió—. Sí, ese trío no pasa desapercibido por nadie.
—Pero no me ha dicho lo que quiero saber, hermosa —acotó, dando otro sorbo de su cerveza.
—Bueno, todo comenzó con un fraude, uno muy grande —Arqueó ambas cejas, la curiosidad a flor de piel y ella rió por lo bajo al verlo tan intrigado—. Eres una cotilla, hombre.
—Te lo dije, me gusta estar informado.
—El caso. El fraude se cometió en el banco y fue hecho por uno de los empleados más confiables que resultó ser un allegado de Dean —Entrecerró los ojos, atento a cada detalle de lo que estaba contándole ella—. Cuando todo esto salió a la luz pública, Dean se lavó las manos. Él desmintió cualquier rumor que lo vinculara con el “ladrón”, pero hay más.
—Soy todo oídos, preciosa —profesó, sintiendo más curiosidad.