Capítulo 4 Un hombre de placeres
La urgencia por tener dinero en efectivo arraigó a que empeñase una de sus costosas cámaras Nikon. Había sacado unos cuantos billetes, pero ahora tenía que buscar la manera de triplicar ese dinero para recuperar su cámara.
Pagó otro mes de estadía. El hotel era, dentro de todo, barato. La habitación estaba equipada con una cama, mesita de noche, una mesa, dos sillas, un vestidor y el baño. Ciertamente no era lo mejor, pero al menos era lo suficientemente como para pasar las noches allí. También había pagado la bodega en la cual se encontraba su vieja Harley. Se prometió llevarla al mecánico más adelante.
Exhalando un suspiro, miró la guitarra que estaba sobre la cama. Bien podría ir a dar un paseo y, tal vez, instalarse en algún parque y cantar. Ganaría algo de dinero y, ciertamente, eso era lo que necesitaba ahora mismo.
Decidido, colocó la guitarra en la funda, la colgó al hombro y salió de la habitación.
(…)
Las vistas del parque eran magníficas, dignas de ser fotografiadas. Niños correteando y jugando, personas paseando a sus perros y parejas de enamorados… Sí, todo el panorama era digno de ser plasmado en fotografías, pero, lamentablemente, había empeñado su mejor cámara. No había tenido más opciones que deshacerse de su cámara, todo porque necesitaba el dinero. Lo cual lo llevó a pensar en la posibilidad de buscar algún empleo de medio tiempo para poder solventar sus gastos económicos. Aunque lo cierto es que no necesitaba mucho dinero para vivir. Se las arreglaba con muy poco y no se permitía ser exigente. Sin embargo, por el momento, trataría de solucionar su problema inmediato respecto a la falta de efectivo…
Resignado, comenzó a buscar un lugar estratégico para atraer a las personas y que estas disfrutasen de su música. Se sentó en el césped, dejó la funda de la guitarra abierta y colocó la guitarra sobre las piernas. La afinó y comenzó a tocar unas simples notas. Lo que fue un simple tarareo, pronto se convirtió en una canción. A veces se dejaba llevar, olvidándose de todo a su alrededor y del mundo en sí. La música era también una salida muy bien recibida. Lo hacía olvidar de los problemas mundanos, de sus problemas mundanos, y se permitía perderse entre la melodía de sus canciones.
—Wow, me encanta esa canción —habló alguien, provocando que dejase de cantar.
Ocultó olímpicamente la sorpresa al verse rodeado de personas. No se había dado cuenta de que había atraído a un pequeño público y, por el rabillo del ojo, vio varios billetes dentro de la funda de la guitarra. Sin dudas ese dinero era lo que estaba necesitando ahora mismo y se lo había ganado gracias a su talento principiante con la guitarra. Porque, por supuesto, que supusiese tocar la guitarra y cantar, no lo hacían un cantante profesional.
—Gracias —imperó, su tono de voz humilde.
Y ahí estaba su perfecta máscara de chico sencillo. Esa era la imagen que proyectaba cuando estaba en ciertas situaciones, como ahora, todo con tal de engatusar a la gente con su cara de niño bueno y su personalidad humilde. ¿Qué podía hacer? Todo era parte de su “encanto”.
—Tu voz es hermosa —halagó alguien más.
—¿Puedes hacer un cover¹ de Yesterday², por favor?
Arqueó ambas cejas en torno a la niña que lo miraba con grandes ojos soñadores, pero su mirada se desvió a la muy joven madre de dicha niña y, vaya, no estaba en lo absoluto mal. La palabra hermosa le quedaba corta para describir a la mujer.
—Sí, puedo hacerlo —replicó, regalando una sonrisa a la madre de la niña.
Hizo un espectáculo de sí mismo mientras cantaba y sonreía a “su público”. Los billetes duplicaron dentro de la funda de la guitarra y los aplausos fueron la cereza de su presentación.
Agradeció a todos y cada quien volvió a lo suyo o eso creyó…
—¿No eres de por aquí, cierto?
Tuvo que suprimir la risita que ansiaba abandonar sus labios. Miró a la mujer y curvó las comisuras de sus labios en una sonrisa casi tímida.
—No, no lo soy —replicó, guardando la guitarra en su funda.
—¿De vacaciones?
Continuó guardando sus cosas y, cuando todo estuvo en su lugar, se levantó el césped.
—Algo así —imperó, colgándose la guitarra al hombro—. Por cierto, tu hija tiene un buen gusto para la música.
-Oh, no. No es mi hija. Ella es mi sobrina —aclaró la fémina. «Entonces es mi día de suerte», pensó, mirándola sugestivamente—. Soy la tía favorita —La mujer soltó una risita—. Casi todos los fines de semana venimos con mi hermana y su familia a este parque, pero es la primera vez que te vemos.
—No conozco mucho la ciudad aún —comentó—. Hace poco tiempo que estoy aquí y estaría necesitando que alguien me haga un tours —Y ahí estaba, la sonrisa coqueta que ella le regaló—. Soy Xander, por cierto.
—Mucho gusto, Xander —Aceptó más que encantó la mano que ella le ofreció—. Soy Pía.
—Bonito nombre —halagó, sin soltarle la mano—. ¿Eres guía turística?
—No, pero puedo intentarlo.
—Eso sería perfecto —profesó, guiñándole un ojo—. Me dijeron que la ciudad tiene un mayor encanto por la noche, ¿eso es cierto?
—Bueno, eso depende —Sonrió lobuno, acercándose un paso más, sin invadir el espacio personal de ella—. Puedo mostrarte algunos sitios de interés.
—Oh, estaría más que encantado.
Xander era un hombre de placeres y no estaba dispuesto a desaprovechar esta muy grata y placentera oportunidad. Estaba seguro de que la mujer pensaba lo mismo si la mirada que ella le estaba dando era un detonante para equipar sus propios pensamientos. Solo habia una manera de averiguarlo.
Y sí, horas más tarde, él comprobó que realmente la ciudad era magnífica por la noche. Sin embargo, también descubrió lo magnífico que era Pía mientras lo cabalgaba y jadeaba su nombre en un estado de éxtasis total.
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¹Su uso aparece en el ámbito musical para referirse a una canción de un autor o intérprete que es versionada por otro músico.
²«Yesterday» es una canción compuesta por Paul McCartney, cuya versión original fue grabada en el año 1965 para el álbum Help! , de la agrupación británica The Beatles.