Capítulo 7 Pueblo chico, infierno grande
Si tiempo atrás alguien le hubiera dicho que conseguiría un trabajo como músico en un pub, posiblemente se hubiera reído hasta el cansancio, sobre todo si le hubiera dicho que tocaría como integrante en una banda de rock clásico. Bueno, no estaba en él quejarse ahora mismo. Incluso era mucho mejor de esa manera. Ser un integrante de una banda los viernes y sábados por la noche era mejor que andar deambulando por los parques y plazas de la ciudad como músico callejero. Lo que lo hizo mejor era el dinero que ganaba, más que suficiente para cada gasto que tenía y ahora sí podía darse cuenta del “lujo” de complacerse en algunos otros caprichos y placeres mundanos.
El fin de semana anterior fue su debut como el nuevo guitarrista de “Broken Hearts” y le había ido de maravilla y ganado un buen dinero. La banda no estaba del todo mal y, por primera vez, en mucho tiempo, se sintió aceptada por lo que era y no por otra cosa.
Una nueva semana comenzaba y, como de costumbre, ingresaba a la cafetería. Pidió un café con leche y un par de medialunas, siempre atendido por el mismo camarero. Sin embargo, hoy optó por ocupar una mesa y cambió una cerca de las ventanas.
—Así que ahora tienes un trabajo como guitarrista en una banda —comentó el camarero, mirándolo con una sonrisa en los labios.
—¿Y eso lo sabes por…?
—¿Conoces el refrán «pueblo chico, infierno grande»? —Soltó una risa por lo bajo—. Sí, los rumores vuelan por aquí.
—Supongo —Dio un sorbo de su café con leche—. De todas maneras, solo será por poco tiempo. Además, es mejor que andar deambulando por ahí.
—Tal vez —Arqueó una ceja y miró fijo al camarero—. Por cierto, tu rostro es mucho más hermoso sin esa barba.
—Solo seguí el consejo amistoso de un bonito chico —imperó, dejando que sus ojos recorrieran el cuerpo tonificado del camarero.
—Ojos aquí arriba, guapo —Otra risita dejó escapar y bebió el café con leche—. Pero, en serio, me alegro de que las cosas empiecen a mejorar para ti.
—Gracias.
El camarero giró sobre sí, no sin antes regalarle un guiño, y continuó con sus labores.
Por su parte, Xander exhaló un suspiro y se centró en disfrutar de la cafeína y las medialunas. Podía ver, a través de la ventana, como las personas comenzaban a circular cada vez más. La ciudad cobraba vida después de las ocho de la mañana y eso…
—Estoy bastante cansado de todos esos chismes que corren por ahí.
Dos personas ingresaron a la cafetería, hablando en voz alta y Xander hizo todo lo posible por no sonreír lobuno cuando se percató de quienes eran.
—Lo sé, querido, pero debes hacer caso omiso a esas cosas y…
—No, tía. No es tan sencillo — «Ah, aquí están por fin», pensó mientras observaba de soslayo a las dos personas—. Es estresante escuchar siempre las mismas cosas. La culpa es de ella. Ella quien no tiene vergüenza alguna de llevar a sus amantes a su propia casa.
—¿Es cierto que renunció a ese trabajo de medio tiempo en la panadería?
Bebió el café, disimulando estar viendo a las personas que transitaban la vereda, pero sus oídos estaban atentos a la conversación.
—Eso dicen y lo nefasto de todo el asunto es que ahora los rumores son más indignos —Por el rabillo del ojo, notó como las dos personas ocupaban una mesa, muy cerca de la suya—. Y no entiendo por qué todavía me involucran con ella o su hermano.
—Es una pena que las cosas hayan terminado así, querido. Sé que realmente estaba interesado en ella.
Quién lo diría, después de varias semanas sin saber nada, ahora volvía a escuchar sobre el asunto que lo llevó a decidir quedarse por más tiempo en la ciudad. Por supuesto, Xander sabía que debía y tenía que aparentar ser alguien cualquiera, ajeno a todo su alrededor; demostrando que era una persona a quien no le interesaba nada más que su propia burbuja…
Hipócrita.
La conversación continuó en un tono más bajo mientras eran atendidos por el camarero. Xander bebió su café y comió las medialunas, agradecido por el periódico que había en la mesa, seguramente alguien lo había olvidado. Suerte para él, por supuesto.
Disimulando leer, prestó atención a la charla que poco a poco intensificaban…
—Lo que no entiendo es cómo puede mantener la casa —profirió la mujer, a la cual reconoció como la tía Brida—. ¿Y cómo se puede pagar a una empleada? No sé, querido, ahí hay algo raro. Una muchacha sin trabajo no puede costar tantos gastos. Esa casa es grande y necesita cuidados, sobre todo el inmenso jardín.
—¿Por qué seguimos hablando de ella, tía? — preguntó el hombre, con un tono de queja.
—Porque sé que necesitas desahogarte, querido, y sabes que puedes hacerlo conmigo —refutó la tía, amable y cariñosa.
Xander quiso reír ante lo que estaba oyendo y viendo. Estas tampoco personas no tienen ni un gramo de discreción, pero, claro, él porque ahí estaba, mirándolos por el rabillo del ojo mientras disimulaba leer un periódico y escuchando atento cada palabra.
—No quiero desahogarme, quiero que estos horribles rumores sobre mi persona desaparezcan. No quiero que me sigan relacionando con ella —profesó el tipo—. En serio, tía, estoy harto de que hablen de mi. Eso arruinaría mi reputación.
—No, Dean, tu reputación es intachable y eres digno de respeto —halagó la mujer—. Además, no tuviste culpa alguna de todo lo que sucedió primeramente con el hermano. Fue un hecho lamentable, por supuesto, pero nada de eso es asunto tuyo. Lo que sí es lamentable es que te sigan involucrando con ella.
—Ahora ves por qué estoy como estoy, tía. Todo esto no es otra cosa que las consecuencias del ladrón de su hermano.
La conversación continuó mientras la curiosidad aumentaba. Xander quería y debía descubrir dónde vivía la protagonista de la acalorada conversación. Tal vez era hora de buscar por su propia cuenta. Investigar por sí mismo. Podía hacerlo, sobre todo si pudiera soltar un par de billetes por la información.
Sí, haría eso…