Al ver lo paranoica que estaba la anciana, Mia no supo qué hacer. Respiró hondo e intentó explicarle:
—Anciana señora Reinhart, se equivoca. La joven señora es muy amable, así que ¿cómo podría hacer algo tan malo? Estoy aquí para cuidar de usted. Todo esto se debe a su amabilidad. Aunque no quieras esto, no deberías insultarla así...
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