—No necesito a nadie más. Sólo necesito a la abuela —Gregory extendió los brazos, abrazó a Stefania y la colmó de dulces murmullos—: Eres la mejor abuela del mundo. Nadie puede ocupar tu lugar…
—Oh, ¿mi pequeño Greg ha comido demasiados caramelos hoy? Eres tan dulce.
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