Tessa pensó que el corazón se le saldría del pecho, pero sin pararse a pensar, abrió la puerta y se lanzó al coche para gritar al conductor:
—Señor, hay unos tipos malos que me persiguen ahora mismo, ¿podría dejarme en algún lugar concurrido de la ciudad? Por favor. Le pagaré el doble.
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