—Claro. —Ella asintió y volvió a levantar su violín.
Un rato después, el sonido empezó llenar el aire. Era la primera vez que tocaban juntos, pero se compenetraban a la perfección. Sus ojos se encontraron, y todo lo demás se fundió hasta que fueron lo único que quedó en el mundo. El amor era cada vez más denso, como si fuera a convertirse en miel y a aparecer de la nada.
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