«¡¿Quién demonios se preocupa por ti?!» Tessa sintió asco cuando vio sonreír a Eunice. Era evidente que estaba tan acostumbrada a montar una fachada que podía fingir que no había pasado nada después de hacer algo tan desvergonzado. Sintió que no debía subestimarla.
Su mirada se ensombreció al pensarlo. Sin embargo, mantuvo la sonrisa y asintió:
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