Todos desahogaron en Leandro seis años de resentimiento reprimido. Todos quisieron avergonzarlo y le vaciaron las botellas de champán encima. A Leandro no le importó. Actuó como si hubiera tomado una ducha de champán. «Mañana pagarán por lo que hicieron y por lo que me están haciendo ahora. ¡Mañana van a saborear la crueldad en su máxima expresión!».
—¡Ven y límpiame los zapatos con tu lengua! —le gritó Karel que todavía no estaba satisfecho. Mario y Bernardo hicieron lo mismo.
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