Capítulo 3 Diez mil millones para sentarse en esa mesa
«¡Es absurdo!». Las bravuconerías de Leandro casi llevan a Zamira y a sus padres a la locura. «¿Habrá perdido la cabeza después de haber estado enjaulado durante seis años?».
—Bien. Si tú lo dices —dijo Zamira mientras empujaba su teléfono contra Leandro—. ¡Entonces demuéstralo! Me gustaría verte doblegar a la Familia Gutiérrez con una sola palabra.
—Yo… —Leandro estaba aturdido.
Era cierto que sus palabras podrían destruirlos, pero les había dado un mes, sería demasiado fácil acabar con ellos ahora.
—Ves, no puedes, ¿verdad? ¡Entonces no vuelvas a fanfarronear si no puedes hacerlo!
Zamira estrelló el teléfono contra el suelo con rabia. A continuación, sus padres empujaron a Leandro.
—Vete ya. No eres bienvenido aquí. Tenemos que asistir a un banquete familiar.
—No. ¡Mamá, papá, déjenlo entrar!
—¿Qué quieres decir, Zamira?
—No me volveré a casar. Mi esposo ha vuelto.
...
Aarón y Catalina no pudieron convencerla, así que tuvieron que dejarlo entrar. Después de eso, Zamira llevó a Leandro a su habitación.
»Ya que has vuelto, aún eres mi esposo. No me importan las habladurías. Además, creo que eres inocente y cualquiera con un poco de perspicacia podría ver que la Familia Gutiérrez te inculpó.
Leandro pudo sentir la calidez en su corazón. Ella confiaba en él y eso era más que suficiente.
»Pero debes prometerme que empezarás de cero y pondrás los pies en la tierra. ¡Creo que con tus habilidades lograrás grandes cosas! Te daré cinco años.
—Eso es innecesario —dijo Leandro—. Solo dame un mes. En un mes, voy a de…
—¡Cállate! ¡No quiero escuchar tus palabras sin sentido y poco realistas! ¿Por qué no podemos ser realistas? —gritó Zamira—. Aunque no tengas nada ahora, creo que si das un paso a la vez recuperarás todo de nuevo.
Leandro se calló obedientemente.
»Te compré esto hace seis años. —Zamira sacó un traje del armario—. ¡Cámbiate y acompáñame al banquete familiar!
—Zamira, ¿qué te pasa?
Al ver a Leandro tan bien vestido, Aarón y Catalina se mostraron insatisfechos. Zamira se aferró a su brazo.
—¡Mamá, papá, Leandro es mi esposo ahora! Esta noche se lo dejaré claro al abuelo.
Aarón y Catalina fulminaron a Leandro con la mirada y suspiraron impotentes:
—¡Por el amor de Dios!
El banquete de la Familia López se celebró en el Restaurante Muelle Dorado y todo el personal fue contratado. Naturalmente, la familia no era tan poderosa como los Gutiérrez, pero estaban considerados por encima de la media en Colina del Norte.
Cuando Zamira y su familia llegaron al salón principal, fueron recibidos con miradas de asombro y burlas. En el pasado, cuando Zamira y Leandro se habían casado, el estatus familiar de Aarón era el más alto de la Familia López. Sin embargo, después de lo sucedido, experimentaron un cambio sísmico en sus vidas y su estatus cayó en picada al convertirse en objeto de burla, especialmente durante los eventos familiares.
—¡Miren! ¿Es ese Leandro junto a Zamira?
—¡Sí! ¡Es él! ¿Ya salió de la cárcel?
Todas las miradas se posaron en Leandro. Gerardo, el jefe de la Familia López, resopló y los ignoró a los cuatro. Su favorito ahora era Fabián, su hijo mayor y su familia. Principalmente porque el yerno de Fabián, Samuel Ramírez, era de ascendencia mixta, rico de nacimiento y había vivido en el extranjero. Esta vez, Gerardo iba a unir a Zamira con el hermano menor de Samuel, Cristiano, que llevaba tiempo con los ojos puestos en ella.
Sin que nadie les prestara atención, Aarón y su familia encontraron un lugar para sentarse en la primera mesa. Cuando estaban a punto de tomar asiento, se oyó una voz.
—No, Aarón. No pueden sentarse aquí. —Era un recordatorio de Enrique, el segundo hijo de la Familia López.
—¿Qué?
—Esta vez hay una disposición de asientos especial para el banquete familiar.
—¿Cómo es eso? —Aarón parecía desconcertado.
—Hay cuatro mesas para el banquete familiar, y se decide según la contribución de cada familia. Por ejemplo, la primera mesa es para la que ha contribuido con más de cinco millones a la familia en un año, un millón para la segunda mesa, cien mil para la tercera, y menos de cien mil, o debería decir ninguna contribución, para la última mesa. ―Enrique sonrió con aires de grandeza―. Nuestra familia ha obtenido buenos beneficios este año y hemos aportado alrededor de cinco millones. Así que disculpen, pero esta mesa es nuestra. Por supuesto, también puedes sentarte en la primera mesa sin contribuir, eso si tu familia tiene decenas de millones en bienes.
—Desafortunadamente, no podemos ser más claros sobre la situación de tu familia —se burló Marcela, la esposa de Enrique—. Ahora que hay un exconvicto entre ustedes, es una pena que solo puedan sentarse en la última mesa.
—Mamá, papá, por lo que sé, el tío Aarón y su familia no aportaron mucho el año pasado. Su empresa quebró e incluso pidieron prestado más de dos millones al abuelo. Está claro que es una contribución negativa. Es injusto para los familiares que se sientan en la cuarta mesa. Yo digo que debemos añadir una quinta mesa para los contribuyentes negativos —dijo Sergio, el hijo de Enrique, mientras se acercaba con un vaso en la mano.
—¡Sí, estoy de acuerdo! —coincidió el resto de la Familia López.
—¡Bien, haremos lo que dice Sergio! ¡Esto los motivará! —Gerardo dio su consentimiento—. Date prisa y siéntate. No te quedes ahí parado haciendo el ridículo. —Gerardo miró fijamente a Aarón.
Dicho esto, Aarón y su familia se dirigieron a la quinta mesa en silencio.
—¿En qué mesa debe sentarse un contribuyente de diez mil millones? —preguntó Leandro de repente mientras tiraba del brazo de Zamira.
Leandro era el único Guerrero Supremo con cinco estrellas y la riqueza para él era solo un número. De hecho, no sabía con exactitud cuánto tenía, pero aun así podía desembolsar diez mil millones con toda tranquilidad para contribuir en nombre de la familia de Aarón. En cuanto Leandro dijo eso, todos se quedaron atónitos ante su pregunta. Tras unos momentos de silencio, la multitud estalló en carcajadas.
—¿Diez mil millones? ¡Debe estar bromeando! Quizás ni la aristocrática Familia Gutiérrez tenga tanto dinero.
—¡Este chico debe tener un tornillo suelto en la cabeza para venir aquí y hacer semejante ridículo!
—Oye, Aarón. ¿Sabías que tenías un yerno que vale diez mil millones? Ja, ja, ja...
Al sentir las miradas burlonas y las risitas de la gente de alrededor, Aarón y su familia desearon que la tierra se los tragara. «¡Esto es vergonzoso! ¡Demasiado vergonzoso!». El temperamento de Zamira estalló y sus ojos ardieron de rabia.
—Leandro Gutiérrez, ¿no te basta con fanfarronear en casa, además tienes que hacerlo aquí también para avergonzarme? ¿No crees que has hecho ya suficiente durante todos estos años? —Zamira temblaba mientras las lágrimas rodaban silenciosamente por sus mejillas.
—¡Pero sí tengo diez mil millones! —dijo Leandro con impotencia.
En ese momento, nadie se molestó en escuchar las puras tonterías de Leandro, porque había llegado la estrella del día, el yerno de Fabián. Todos, incluido Gerardo, salieron a la entrada para saludarlo.
—Siento haberlos hecho esperar a todos. —Samuel tenía una expresión de disculpa en su rostro.
—Tu vuelo llegó con casi diez horas de retraso. ¿Qué pasó? —preguntó Gerardo preocupado.
—Abuelo, ¿no lo sabes? Una persona importante ha llegado a Colina del Norte y el aeropuerto estuvo cerrado durante ocho horas. —Sonrió Samuel.
—¿Qué? ¿Eso puede pasar? ¿Quién es esa persona por la cual cerraron el aeropuerto, Samuel? —preguntó Gerardo sonriendo.
—No es solo eso. Se dice que cien aviones escoltaron su avión privado y que había cien mil personas haciendo guardia en el aeropuerto.
«¡Vaya! ¿Qué?». La multitud gritó conmocionada.
»Es el comandante en jefe de nueve regiones militares, el Guerrero Supremo de Erudia. Ja, ja, ja, puede que no me crean, pero conocí a este gran hombre cuando estaba en una reunión en el extranjero e incluso intercambiamos números. ¡No esperaba que ocupara un puesto en Colina del Norte! Lo invitaré a salir alguna vez para apoyar a la Familia López. De esta manera, podrían afianzarse en la ciudad en poco tiempo —dijo Samuel con altivez.
—¡Dios! ¡Es increíble! ¿Cómo conociste a alguien como él?
―¡Mi cuñado es tan genial!
―¡El yerno de la Familia López es único! Claro, ¡excepto uno!
Todos miraban a Samuel con veneración, el abuelo era el más impresionado. Aarón y Catalina envidiaban al yerno de Fabián, al igual que Zamira. Sin embargo, ella creía que en cinco años Leandro también podría enorgullecer a su abuelo. No obstante, sin que ellos lo supieran, Leandro apenas estaba conteniendo la risa. «Ese chico debe ser realmente importante para saber que he llegado, pero su capacidad para inventar tonterías es aún más impresionante».
—¿Dices que conoces al Guerrero Supremo? —preguntó Leandro.
Samuel levantó la cabeza.
—Sí, tomamos una copa juntos. ¿Hay algún problema?
—Entonces, ¿por qué no te reconozco? —Sonrió Leandro.