Capítulo 5 Probando su valor ante su esposa
Todos se rieron de la pregunta de Leandro.
—¿Crees que ustedes están calificados para recibir una invitación? ¿Han aportado algo a la Familia López? —reaccionó Sergio.
—¡Sí! ¡Sigue soñando! Son unos desvergonzados al esperar recibir una invitación —añadió Enrique sin ningún reparo.
Zamira y sus padres ya no tenían ninguna esperanza. Miraban a Leandro con desprecio en los ojos. Sin embargo, este dejó escapar un gruñido:
—¡Es por mi causa que les entregaron esas invitaciones! Tenía la intención de dárselas a mis suegros, pero se las ofrecieron a ustedes por error.
—¡Ten un poco de orgullo, Leandro! —exclamó Fabián—. Está claro que Samuel consiguió estas invitaciones gracias a sus contactos. ¿Qué demonios tiene que ver eso contigo?
—¡Sí! ¿Quién demonios te crees que eres? —La ira de Samuel aumentó—. ¿Cómo te atreves a tratar de tomar crédito por esto?
De inmediato, Enrique señaló a Aarón.
—¡Controla a tu yerno, Aarón! ¡Haz algo con él y no lo traigas a nuestro próximo banquete familiar! No podemos tolerar semejante insolencia.
Leandro estaba a punto de decir algo cuando Zamira lo condujo hacia afuera.
—¡Ven conmigo!
No podía soportarlo más y las lágrimas le corrían por todo el rostro.
—Leandro, por favor, para de avergonzarme. De verdad que no podré aguantar más si continúas con esto.
Leandro le secó las lágrimas y le preguntó:
—¿Quieres asistir al banquete, Zamira?
—¿Quién no querría? ¿No has visto la mirada de mamá y papá? —dijo Zamira con malhumor—. Pero no podemos hacer nada. Tú no puedes conseguirnos invitaciones, ¿verdad?
—¡Sí puedo! —dijo Leandro con decisión.
Esto era demasiado para Zamira. Su temperamento estalló e intentó marcharse.
»Zamira, ¿por qué no confías en mí? —preguntó Leandro.
—¿Cómo se supone que voy a confiar en ti cuando te comportas así? —respondió Zamira con una pregunta.
—Sin dudas haré que puedas entrar. Yo, Leandro Gutiérrez, soy un hombre de palabra.
—De acuerdo, confiaré en ti solo por esta vez. Si no puedes hacerlo, ¡se acabó! —asintió Zamira.
—¡Trato hecho!
—¡Bien, voy con todo en esta ocasión! —dijo Zamira con decisión mientras se secaba las lágrimas—. ¡No necesito este estúpido orgullo! Voy a volver al banquete familiar y decirle a todo el mundo que mi marido también es capaz de conseguir una invitación para el banquete de mañana.
—De acuerdo, las damas primero. Déjame hacer una llamada.
...
»Dragón Azul, dile a Julio que asistiré al banquete que ofrecerá mañana —dijo Leandro una vez que logró comunicar.
—¿Qué? ¿Entonces vas a asistir al banquete? ¡Gracias a Dios! ¡Los jefes estaban tan preocupados de que no le dieras a Julio este honor!
—Sí, asistiré, pero, por favor, prohíbele la entrada a algunas personas…
—¡Entendido, señor! Me ocuparé de todo ahora mismo.
Al regresar al interior, Leandro vio a Zamira con la cabeza en alto, tan orgullosa como un pavo real. Era obvio que había hecho el anuncio, ya que muchos pares de ojos estaban fijos en él.
—Díganme, ¿cómo creen que este delincuente consiguió la invitación? ¿Robando?
—¡Quién sabe si la compró para aparentar!
—¿No saben que una invitación cuesta más de un millón? La familia de Aarón le debe al abuelo unos tres millones. ¿Cómo podrían permitirse comprar algo así? —Sonrió Samuel.
Justo en ese momento, se sirvió la cena que marcó el inicio del banquete familiar.
—Creo que los cuatro pueden comer solo un plato de fideos cada uno. No hay necesidad de servirles. ¿Qué opinan ustedes? —preguntó Enrique.
—Vamos a darles de comer; si no, parecerá que el abuelo los maltrata. —Sonrió Samuel.
—De acuerdo entonces.
Las otras mesas bullían de ruido y entusiasmo, todos brindaban entre sí e intentaban congraciarse con Samuel. Sin embargo, en la de Leandro reinaba un silencio sepulcral. Aarón miró a Samuel y luego a Leandro mientras suspiraba:
—¿De qué sirve tener envidia? Este es mi destino.
Catalina miró a Leandro con el ceño fruncido. «El día de hoy no podría ser más humillante».
No obstante, no se atrevieron a marcharse sin el permiso del abuelo y tuvieron que seguir sufriendo la humillación en silencio. Justo en ese momento, Samuel se acercó con una copa de vino, seguido por un grupo de personas que le habían estado haciendo la corte. Pasó por delante de Leandro y se paró frente a Zamira.
—Iba a presentarte a mi hermano, Zamira. ¡Es mucho mejor que yo! Sin embargo, parece que no tienes suerte para disfrutar de una buena vida. Es una pena que tengas tan mal gusto para los hombres.
Aarón y Catalina suspiraron. «Si Leandro no hubiera aparecido, Zamira habría estado con Cristiano y nuestra familia habría vuelto a ser rica. ¿No sería increíble? No obstante, parece que por desgracia estamos destinados a ser pobres».
Pronto, el banquete familiar terminó.
—Vamos a mi casa. Quiero tener una buena conversación con mi nieto político sobre el futuro de la Familia López y el banquete de mañana. Todos ustedes deben sentarse y escuchar. Les vendrá bien —ordenó Gerardo.
Aarón y Catalina lo miraron expectantes, pues esperaban que la Familia López les echara una mano con su actual situación económica. Sin embargo, no tenían idea de la respuesta que Gerardo les daría:
»Aarón, pueden volver por su cuenta.
—Papá, pero yo... —Aarón dudó un poco.
—¡Sin peros! No te necesitamos aquí. Además, tu buen yerno acaba de salir de la cárcel. No quiero que le traiga mala suerte a mi casa —dijo Gerardo y se fue con la multitud.
Antes de marcharse, Samuel, Melany y algunos otros se pusieron delante de Leandro y agitaron las tarjetas de invitación en sus manos.
—No me decepcionen mañana por la noche. No digan que me conocen si no pueden entrar. No puedo arruinar mi reputación.
―Ya sabrás quién es el que no podrá entrar cuando llegue el momento. —Sonrió Leandro.
―Muy bien entonces. Pronto lo veremos.
Todos se fueron felices con una tarjeta de invitación en la mano y dejaron a Aarón y a su familia suspirando y quejándose. Aarón miró a Leandro con intensidad. «Si tan solo él pudiera honrar a la familia... Es una pena que acabe de salir de la cárcel. Incluso sobrevivir es un problema para él».
Después de eso, Leandro siguió a Zamira a su casa. A diferencia de la casa de la Familia Gutiérrez, aquel era su hogar, un hogar en el que una mujer lo había esperado durante seis años. Una vez allí, tomó la iniciativa de poner un colchón en el suelo, pero Zamira lo dejó dormir en la cama. Entonces, se acostó en la cama mientras Zamira diseñaba una propuesta en el escritorio.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Leandro.
—Estoy haciendo una propuesta para un proyecto de desarrollo de un parque ecológico en Ciudad del Oeste. Aunque la probabilidad de éxito no sea ni del uno por ciento, voy a hacer todo lo posible para ganar la licitación. —Zamira sonrió.
Hasta la noche siguiente, ni una sola vez Zamira se quejó de Leandro ni se mostró enojada con él. Sin embargo, en ese momento, no pudo evitarlo, ya que era casi la hora del banquete de bienvenida.
—Leandro Gutiérrez, confié y aposté todo por ti, pero ¿dónde está la invitación? ¿Cómo diablos voy a creerte ahora? Pensaba que te pondrías en función de encontrar la manera de que nos invitaran al banquete, pero ni has salido de esta casa ni tampoco llamaste a nadie cuando llegamos anoche. ¿Crees que la invitación te caerá del cielo?
Aarón y Catalina añadieron:
—¿Qué estás esperando? Zamira hizo una promesa anoche. Si no logras que todo salga bien, no habrá un lugar para nosotros en la Familia López en el futuro.
Leandro miró el reloj.
—Es casi la hora. Síganme.
En el Haval de Aarón, llegaron a Villa Paraíso, donde se celebraba el banquete de bienvenida del Guerrero Supremo.
»¡Zamira, ahora te demostraré que puedo hacerlo! —Leandro tomó a Zamira del brazo y se dirigió hacia la entrada.