—Está bien. No es como que las voy a usar yo.
Su Luoli abrió la caja de medicamento y después hizo que su esposo se quitara la camisa y se acostara en la cama. Sus heridas estaban abiertas de nuevo. Su Luoli sintió un dolor en su corazón al ver las heridas sangrientas en su cuerpo, y sus ojos se pusieron rojos por las lágrimas que estaban por caer.
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