Su Luoli se congeló cuando vio a quien se sentó con ella. Llevaba puesta una gabardina gris con un cuello alto, la cual destacaba la figura de su rostro; bajo esas delineadas cejas había un par de ojos oscuros y fríos que eran ilegibles y parecían ser demasiado profundos. Su color de piel lo hacía ver más rudo. Si no fuera por la pequeña cicatriz que tenía debajo de su ojo izquierdo, los rasgos del hombre serían perfectos. A diferencia del temperamento innato de Wen Qingmu de emperador, este hombre emanaba un aire solitario, como si fuera un caballero errante de antaño: era Jian Yu.
—Cariño, novia mía, cuánto tiempo sin verte —La esquina izquierda de su boca se levantó un poco.
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