Daisy se quedó mirando a su padre, pasmada. Ella no podía creer que el hombre a quien más respetaba la acababa de bofetear. ¿Qué no era su querida hija? Daisy salió corriendo de la sala de conferencias mientras sostenía su rostro, abrumada con tristeza y coraje. Sin decir nada más, el señor Burt continuó su discusión con sus hijos. Una vez que Daisy regresó a su habitación, de tumbó en la cama y comenzó a «llorar»; como los vampiros no tenían lágrimas, solo producía los ruidos de llanto cuando lloraba. Su mejor amiga, Vianne, entró a su habitación después de enterarse de su dilema y le dio unas suaves palmadas en la espalda.
—Mi querida Daisy, por favor no estés triste. ¿No sabes la envidia que te tengo?
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread