—No me importa quién eres, y hablemos de las condiciones. ¿Qué quieres para liberar a mi hijo? —preguntó Nicholas.
—Bien, eres directo. Me gusta tratar con gente como tú que no se anda con rodeos. Diez millones en varias bolsas, y te garantizo que no le pasará nada al jovencito. Si no… Bueno, como sabes, no somos buenos samaritanos precisamente.
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