Mientras Stefania escuchaba, su rostro se tornó frío y serio, y el desdén era evidente en sus ojos. Las cejas de Nicholas se juntaron, traicionando el disgusto que sentía. Gregory también hizo una mueca con sus pequeños labios, molesto. Su padre guardó silencio durante un rato, y luego asintió al mayordomo:
—Déjala entrar.
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