Tessa sintió cómo se le derretían las entrañas, cuando escuchó la forma en que su hijo le hablaba. Tanto la madre como el hijo estaban jugando un poco, cuando Sofía llamó a la puerta y entró con un ramo de flores.
—¡Estás aquí, señorita Sofía! —Tessa sonrió al ver a Sofía.
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