—¡No pienso regresar! —Wanda se negó de manera rotunda, en cuanto escuchó las palabras de Horace—. Ya soy una adulta, abuelo, no tienes por qué intervenir en mis asuntos.
Horace jamás había esperado que Wanda le respondiera de esa manera. En ese instante, la ira lo consumió hasta el punto de que le faltó el aire. Sus ojos se revolvieron y cayó desmayado.
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