Incluso tras dejar el hospital, el asunto seguía atormentándola y su ceño fruncido permanecía inalterable. Nicholas notó su mal humor y la abrazó.
—No dejes que te afecte. Es insignificante. Aquí no toleramos enfados. —Luego le besó la frente. Tessa mostraba su preocupación. Frunció los labios y murmuró:
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