Wanda volvió a fingir sinceridad al disculparse y admitir su error. Horace la miró de reojo y, bajo la luz, pudo ver que las mejillas de ella estaban rojas e hinchadas. Antes, para calmar a todos los Sawyer, Horace no tuvo más remedio que abofetear con fuerza a su nieta. Aunque estaba enfadado con ella, seguía sintiendo lástima.
—¿Todavía te duelen las mejillas? —preguntó.
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