Había pasado por un infierno para renacer. Justo cuando al fin podía perseguir su sueño y reconstruir su carrera, Tessa volvía a arruinar su vida. Si no podía tocar el violín, su posición como concertino pasaría a manos de otra persona. La mera idea de ver todo su trabajo desvanecerse casi la lleva al colapso.
—¡No me importa! Estás curando mi mano —rugió—. ¡Si no puedes hacerlo, prepárate para abandonar la medicina!
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