Capítulo 300 Una lección para Jaime
Jaime no había esperado que la lengua de Luna fuera tan afilada. A pesar de que parecía al borde de las lágrimas, todavía se las arregló para terminar regañándolo.
—¡Estás diciendo tonterías! ¡Yo no soy el niño que gritó lobo! ¡Son ustedes los que están mintiendo! Si lo que dices es verdad, ¡que venga tu padre a la guardería! —replicó Jaime, con las manos en las caderas.
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