Capítulo 5 Debo casarme con ella
Aquella noche, Felipe se enteró de que Francisca había partido temprano en la mañana llevándose su equipaje. Sentado en su estudio, miraba a su nieto con una mezcla de ira y decepción.
—¡Cómo te atreves! —bramó—. ¿Cómo ha acabado la familia Zárate con un canalla como tú? Has echado a tu propia mujer de casa. ¿Has pensado alguna vez cómo sobreviviría ella sola ahí fuera?
Camilo frunció el ceño, sintiendo una oleada de descontento surgir en su interior al oír las acusaciones infundadas de su abuelo. «¿Quién es realmente el verdadero nieto de la familia?», se cuestionó internamente.
—¿Quién se atreve a echarla? —se mofó—. Todo el mundo sabe que Francisca cuenta con su apoyo en la familia Zárate.
La furia de Felipe se encendió al instante ante la respuesta de Camilo, y le arrojó la copa que tenía a su alcance. Camilo la esquivó sin esfuerzo, y la taza se hizo añicos contra el suelo.
Mientras observaba los fragmentos esparcidos, sus ojos se ensombrecieron. «¿De verdad que el abuelo no entiende lo que Elsa significa para mí?», pensó con amargura.
—¿Crees que no sé lo que estás pensando? —la voz de Felipe lo devolvió a la realidad.
—¡Entonces deberías saber muy bien lo que Elsa significa para mí! —exclamó Camilo, manteniéndose firme en la lucha por su propia felicidad. Al menos, esperaba que su abuelo pudiera llegar a aceptarla—. Sabes, Elsa me salvó la vida entonces —añadió respirando hondo, hablando con calma de algo que Felipe ya conocía.
Veinte años atrás, Camilo y una niña habían sido secuestrados juntos. Los dos se habían aferrado el uno al otro para sobrevivir en aquella habitación aterradora y en penumbra, ofreciéndose consuelo mutuamente. La niña había cantado canciones de cuna en la oscuridad para reconfortarlo, asegurándole que alguien vendría a rescatarlos y que debían esforzarse por mantenerse con vida.
El optimismo y la confianza de la pequeña lo habían fortalecido gradualmente. Cuando ella, valiente y decidida, había encontrado una vía de escape, le había cedido la oportunidad de huir, confiando plenamente en que regresaría con ayuda para rescatarla. Sin embargo, cuando volvió con refuerzos, la joven se había esfumado sin dejar rastro, e incluso el secuestrador había desaparecido.
Lo único que conservaba en su memoria era la marca de nacimiento en el brazo de la niña, aunque con el paso de los años, ese recuerdo se había vuelto cada vez más difuso. Tras verse obligado a casarse con Francisca, se encontró con Elsa, quien cantaba en un bar. Basándose en aquel borroso recuerdo, concluyó que Elsa, con su distintiva marca de nacimiento, era aquella misma niña de años atrás.
La época en que habían confiado el uno en el otro representaba la única luz durante aquellos años oscuros. Era natural que Camilo se acercara a ella, y había utilizado sus recursos para impulsar su carrera. Sin embargo, por culpa de Francisca, no podía otorgarle el título que merecía.
Al pensar en Francisca, su rostro se ensombreció nuevamente.
—Tonto, ¿cuántos años han pasado desde entonces? Ni siquiera recuerdas el aspecto de esa chica —Felipe apretó los dientes mientras observaba a Camilo, desconcertado por que su nieto, normalmente tan perspicaz, pudiera ser tan obtuso en este asunto—. ¿Por qué estás tan seguro de que Elsa es la misma niña de hace años? ¿Solo por una marca de nacimiento en el brazo? Eso me parece bastante arbitrario. ¿Cómo es posible que la familia Zárate haya engendrado a un tonto como tú? Un poco de investigación en tu pasado revelaría lo que pasó entonces.
—¡Abuelo! —Camilo miró al anciano con fijeza, sin un ápice de duda en su corazón—. Fui yo quien se encontró inesperadamente con Elsa, y también fui yo quien se acercó a ella en secreto. Elsa no sabe nada —afirmó con firmeza, sin retroceder en absoluto. No le importaba que Felipe lo hubiera buscado por la situación de Francisca—. Debo casarme con ella.