No fue hasta ese momento cuando Guadalupe recordó al hombre que parecía amable delante de Cintia, pero que era una figura despiadada respetada por todos en el mundo de los negocios. ¡Él tenía el poder de hacerla desaparecer silenciosamente de este mundo! Todas sus intrigas se desvanecieron en un instante.
—¡Estaba equivocada! ¡Todavía puedo serte útil! —exclamó Guadalupe entrando en pánico—. Puedo ayudarte a tratar con Francis y Lucía. ¡Ellos son los que más quieren a Cintia muerta! Prometo no hacer nada en contra de tus intereses. Perdóname.
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