Capítulo 22 Ayúdame, por favor
Tras escuchar las palabras de Felipe, Francisca permaneció en silencio, reflexiva. Le resultaba doloroso ver cómo, a su avanzada edad, Felipe aún debía disculparse por las acciones de sus hijos y nietos, cuando la responsabilidad no era suya. Al terminar la llamada, sintió una punzada de amargura. «Después de todo», pensó, «Felipe fue el único en toda la familia Zárate que me trató con verdadera amabilidad».
En el despacho de Camilo, Elsa, incapaz de contener más su angustia, lo buscó con los ojos enrojecidos por el llanto.
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