—No puedo permitirme el lujo de deliberar por más tiempo —respondió Emma—. Pensaré en alguna otra forma de resolver ese problema después de haber obtenido el antídoto.
—¡Ni siquiera pienses que estaré de acuerdo! —dijo Abel con frialdad—. Si así es como vas a conseguir el antídoto, ¡prefiero morir antes que tomarlo!
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