Capítulo 4 No lo admitirá
Emma llegó una hora tarde a la guardería.
—Señora Linares —le dijo la maestra de la guardería disculpándose—. Acabamos de recibir una visita de la Familia Rivera y nos dijeron que cerrarán la guardería a menos que su hijo se quede. El director pensó que sería mejor enviar a Luna a casa primero.
Al darse cuenta de que los Rivera llegarían a tales extremos por un niño, Emma frunció el ceño, sorprendida. Tal vez era cosa de Alana, dada su abundancia de tiempo ocioso.
—Pero, ¿qué? —Emma sonrió—. No veo el sentido de enviarlos a la escuela si la odian, así que los mantendré en casa unos días.
—Estoy de acuerdo —comentó la profesora—. Sus hijos son muy listos, Señora Linares. Odio admitirlo, pero a menudo tenemos que buscar en Internet las respuestas a sus preguntas.
—Gracias por su duro trabajo hasta ahora. —Se apresuró a agradecer Emma.
—Entonces debería volver y cuidar de sus hijos. —La profesora vio la hora—. Ya deberían estar en casa.
Después de despedirse, Emma regresó al Café Anochecer en el viejo auto Phaeton. Una vez en el café, encontró a Edmundo ocupado con el ordenador en la sala de estudio.
—Hola, Luna. —Emma le alborotó el cabello—. ¿Tienes hambre ya?
—No —respondió Edmundo mientras miraba el punto rojo de la pantalla—. ¿Sigue Astro con el bisabuelo?
—Sí, estará ahí jugando un rato.
—Sol también se dirige para allá.
—Ahora mismo está con Abel y van a ver a su abuelo al hospital.
—¿Cómo te fue con papá?
—Bien —respondió Emma con un suspiro—. No lo admite.
—¡Argh! —Luna infló las mejillas—. ¡Qué imbécil!
—¡Pfff! —Emma rio entre dientes—. A mí me parece que está bien, no es un completo imbécil.
—¿Entonces por qué no admitió que es nuestro padre? ¡Ya tenemos cuatro años!
—Quiero decir que aún no hay pruebas. —Emma se rascó la cabeza y murmuró—: Hasta mamá se está confundiendo un poco...
De repente, escucharon que abrían la puerta de abajo a patadas y que una señora gritaba:
—¡Emma Linares, baja aquí ahora mismo!
Era la madrastra de Emma, Alondra Lara.
—Quédate aquí. —Emma palmeó la cabeza de su hijo y le dijo—: Mamá va a ver qué pasa.
—De acuerdo. —Edmundo asintió con la cabeza—. Llámame si algo va mal.
—¡Sí, señor! —bromeó Emma antes de bajar corriendo las escaleras.
Cada día que pasaba, su hijo se hacía más entrañable y, al reflexionar sobre ello, ¡se parecía más a Abel!
—¿Estás loca, Emma? —Alondra gritó hacia la escalera—: ¡Cómo te atreves a ofender a la Familia Rivera! ¡Habrían destruido nuestro único negocio! Si no fuera por Alana, toda la familia hubiera quebrado.
«¿Alana?».
Emma miró a un lado y se dio cuenta de que Alana también había venido. Estaba de pie en la puerta, elegante, con un vestido blanco. Muchos posibles clientes decidieron no entrar a la cafetería por la intimidante presencia de Alana. Emma se agarró a la barandilla y bajó de un salto los pocos escalones que quedaban.
—Mi querida prima —se burló Alana—. Ya eres madre, ¿y sigues corriendo como una niña?
—Entonces, ¿por qué no te callas de una vez? —Emma agarró la mandíbula de Alana y le gruñó—: Hazte a un lado y cállate como un maniquí, ¿quieres?
Alondra apartó de un manotazo la mano de Emma y la regañó:
—No hagas el ridículo con mi sobrina. Está a punto de casarse con la prestigiosa Familia Rivera.
—¡Vaya, felicidades! —comentó Emma con sarcasmo.
Alana mantuvo la cabeza alta y respondió con orgullo:
—¿Estás celosa de mí, ya que nadie te quiere a ti ni a tus hijos ilegítimos?
—¡Te doy dos minutos para que salgas de mi casa o haré que te arrepientas!
—¡Basta ya! —Alondra gritó—. ¿Sabías que tu padre se derrumbó después de escuchar que la Familia Rivera planeaba arruinar nuestro negocio y fue Alana quien los convenció de lo contrario? ¿De verdad vas a discutir con ella?
Emma se calmó cuando Alondra mencionó a su padre. Después de todo, eran parientes de sangre y se sintió desconsolada tras escuchar la noticia de su padre.
—¡Discúlpate con Alana ahora! —regañó Alondra—. ¡No puedo creer que ni siquiera envíes a tus hijos al jardín de infantes!
—¡Sabía que era cosa tuya!
Emma se adelantó al escuchar eso y estaba a punto de abofetear a Alana antes de que alguien le agarrara la muñeca. Se dio la vuelta para ver que era su hermano, Edgar.
—¡Emma, deja de empeorar las cosas! Incluso yo, tu hermano, estoy a punto de perder mi trabajo.
—¿Qué sucedió? —Emma retiró la mano tras notar el rostro pálido de su hermano.
—¡Me llamaron de la Corporación Linares y me van a despedir por el alboroto que le causaste a la Familia Rivera! ¿Qué vamos a hacer ahora?
—¡Sí, Emma, por favor, para! —De repente, la cuñada de Emma, Gracia Costa, irrumpió sollozando—. ¡Estaba a punto de hacer una entrevista en primera plana sobre la Familia Rivera, pero por tu culpa, el estudio recibió su llamada y canceló la entrevista! No puedo permitirme perder más entrevistas.
—¡Jajaja! —Alana se rio—. Emma, ¡eres un estorbo! ¡Estás arruinando la vida de todos los de tu familia!
—¿Hermana?
—¿Emma?
—¡Discúlpate con Alana ahora!
—Argh, ¿qué quiere ella como disculpa? —Emma tarareó.
—¡Nunca, nunca, vuelvas a mostrar tu cara delante de la Familia Rivera! —le advirtió Alana mientras la miraba.
Cómo deseaba poder golpear a Emma en la cara, pero en realidad, ¡era demasiado débil para acercarse a esa mujer! La fuerza de Emma era tan increíble que podía enfrentarse con facilidad a dos o tres tipos.
—¡Lo juro por mi hermana! —Edgar se apresuró a responder—: ¡La Familia Rivera es una familia respetable con la que no nos atrevemos a asociarnos!
—No es suficiente —dijo Alana—. Emma también me regañó. Me gustaría recordarte que pronto formaré parte de la Familia Rivera. Si ellos se enteran de esto, ¡no puedo prometerte que siempre estaré de tu lado por el bien de mi tía!
—¡Eso es! —Alondra miró con arrogancia a los hermanos—. ¡Mi sobrina ya ha tolerado bastante!
—¡Sí, lo entendemos! —Edgar asintió con la cabeza—. Me disculparé en nombre de mi hermana. Lo sentimos...
—¡Cállate! —Emma apartó a Edgar y salpicó la cara de Alana con una taza de café frío—. Deja de hacer escándalo. Vete de aquí o haré que te arrepientas.
—¡Emma! —Edgar gritó—: ¡Corporación Linares me despedirá de verdad si haces eso! ¡Emma! ¿De verdad quieres que pierda mi trabajo?
—¡Ve y pídele ayuda a Alana!
—¡Discúlpate con Alana!
—¡Uf, esto es molesto!
Emma bajó la cabeza. Alana levantó la cabeza con orgullo, esperando la disculpa, pero en lugar de eso, Emma se dio la vuelta para hacer una llamada.
—¿Sí, señora?
—Envía un gran pedido a mi hermano, el tipo de pedido con una comisión de más de medio millón. Luego, ¡concierta una entrevista entre Gracia y una figura famosa de Esturia!
—¡Sí, señora!
Después de colgar el móvil, Emma regresó al café justo cuando Edgar y Gracia se estaban disculpando con Alana. Como Alana no se atrevió a ir demasiado lejos con la paciencia de Emma, salió con arrogancia del café con Alondra. Pronto sonaron los móviles de Edgar y Gracia, respondieron y abandonaron la escena con los rostros rebosantes de alegría de nuevo.
Emma volvió por fin al piso de arriba, recordando que tenía que cocinar para su hijo. Sin embargo, no había rastro de Luna en la sala de estudio, aparte de una nota sobre la mesa, que Emma recogió para leer.
«Sol y Astro se reunieron, excepto Luna. Yo también me voy. Hasta pronto, mami».
—¡Maldita sea!
Emma desmenuzó la nota. ¡Sus tres hijos se dirigían ahora hacia Abel!