—¿Tienes miedo? —se rió Alana—. ¿No dijiste que habías intentado envenenar a Emma antes? ¿Por qué te escandalizas tanto al enterarte de mi plan?
—¡Eso es algo totalmente distinto! —Elvira continuó—: Puedo añadir el veneno a su comida o bebida a discreción sin que nadie se entere. Sin embargo, no soy capaz de matar a alguien con mis propias manos.
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