Abel la abrazó con suavidad antes de empujar la puerta de cristal y caminar hacia el aparcamiento de enfrente.
—Señorita Linares. —Samanta observó cómo desaparecía la figura de Abel—. Parece que el Señor Abel ha cambiado de opinión. Solía tener una cara tan fría y sin emociones, pero ahora sonríe y parece demasiado guapo cuando lo hace…
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