—¡Por supuesto! —Evaristo sonrió, y unos hoyuelos aparecieron en su rostro—. Te trataré como a mi verdadera abuelita. ¡Seguro que Sol y Luna harán lo mismo!
—Mmm. —Rosalinda abrazó a Evaristo con fuerza—. ¡Siempre serás mi querido nieto!
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