—¡Claro que no! ¡Él no haría eso! —respondió Adrián en nombre de Alana con una sonrisa burlona—. Abel sólo se arrodilla cuando está con sus padres, con la mujer que ama o con los dioses. Abel no está enamorado de Alana.
El rostro de Alana palideció tanto que parecía casi transparente.
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