Capítulo 83 El castigo es un beso
—¡Eh, suélteme! —susurró Emma avergonzada—. ¡Lucas está allí!
Abel la ignoró y siguió bajando la cabeza, con la intención de forzar sus labios sobre los de ella. Antes de que pudiera tocar los labios de Emma, sintió que un dedo frío lo detenía.
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