—Hemos terminado aquí. —Abel despidió a la prensa—. Convertiré en enemigo a cualquiera que siga acosando a la Señorita Linares. Será mejor que se larguen ahora antes de que cierre su casa de publicaciones.
Lucas se abalanzó sobre el local junto a ocho guardaespaldas. La presencia de hombres armados fue suficiente mensaje para que los periodistas salieran corriendo. Apartando a Alana, Abel sonrió satisfecho y dijo:
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