—Fue tu papá quien nos salvó a mí y a mi hija —Kendra le sonrió con cariño—. soy yo quien debería estarles agradecida.
—No seas demasiado educada —replicó Timoteo, pero su tono se volvió serio de repente—. Fuiste tú quien me acogió cuando no tenía adónde ir.
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