—Ya deberías estar lúcida. —Abel se abanicó a su alrededor con la mano—. ¡Estás apestosa!
—¡No puede decir eso! La última vez era alérgico y además vomito alcohol. Pero yo no dije que fuera apestoso. Incluso lo llevé al hospital para que le pusieran una inyección.
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