A Wen Qingmu se le seguía desgarrando el corazón de dolor con cada grito y llanto de Su Luoli; no podía recordar cuándo fue la última vez que la había escuchado ponerse así, pues ya había pasado bastante tiempo. Con su puño golpeó su propia palma de la mano y regresó a la habitación muy enojado; sin embargo, Jiujiu seguía sin quedarse quieta y se subió a la cama.
—¡Baja de ahí ahora mismo!
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