—Querido... Supongo que... Nuestro hijo... —dijo Su Luoli con incertidumbre, sin saber cómo explicárselo a Wen Qingmu.
Al principio, el rostro de Wen Qingmu estaba lívido de rabia, pero después se puso alegre en un instante, al punto donde Su Luoli se cuestionó si estaba alucinando.
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