—¿Qué quiere decir? —preguntó Li Qinqin mientras miraba a Cheng Yu, desconcertada.
—¿Mu Ranzheng no le dijo que la publicación de su cómic fue gratis y que incluso nuestra compañía pagó cincuenta mil por los derechos de su libro? —Cheng Yu podía adivinar lo que había sucedido y Li Qinqin no le respondió—. Señorita, tengo que decirle la verdad aunque sea difícil, si pregunta por ahí se dará cuenta de que es muy complicado que las editoriales sigamos abiertas hoy en día. Por lo regular, los autores como usted tienen que pagar para que sus trabajos sean publicados, por no decir que usted es quien tiene que pagarnos a nosotros.
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