Su Ruoyun estaba temblando bajo la cobija. Después de un tiempo ya no escuchó nada y solo así se armó de valor para asomarse por debajo de ella con mucho cuidado. No había nadie. Estaba vacío y silencioso. Miró a todas partes, pero no vio nada raro y se volvió a acostar. Esa noche, siempre que cerraba los ojos, solo podía pensar en Lu Weiran y no durmió nada. Al día siguiente, despertó con ojeras y cuando salió de su habitación, vio a una de las sirvientas limpiando.
—¿Escuchaste algún ruido extraño anoche? —preguntó Su Ruoyun, fingiendo despreocupación.
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