La tortura del último mes había dejado su cuerpo y alma exhaustos; Lu Weiran nunca imaginó que su plan perfecto estaría mal calculado: los aldeanos de la colina eran sencillos y amables hasta el punto de que harían cualquier cosa por salvar a un extraño. Aunque había escapado muy rápidamente, Wen Qingmu logró atraparla. Le echaron un balde de agua fría en el cuerpo, y sus nervios entumecidos fueron estimulados por lo que recuperó rápidamente la conciencia.
—Quiero ver al señor Wen...
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